Olivo (capparis odoratissima), fotografía tomada de https://santamartaysuflora.blogspot.com/p/olivo.html |
Árbol originario de la zona norte de Sudamérica, Centroamérica y México, alcanza alturas de hasta 12 metros. Conocido en nuestra región con el nombre de "olivo", en regiones como la sabana cundiboyacense se le conoce con el nombre de "naranjuelo"; en Venezuela se le conoce con el nombre de "olivo criollo" u "olivo negro".
Perteneciente a la familia de las Capparaceae, sus flores son blancas que se tornan moradas 24 horas después de abiertas, sus hojas se mantienen durante todo el año y es utilizado como ornamental en parques, frente de las casas y jardines. Su fruto es una cápsula de 4-11 cm de largo, la cual abre sola ya maduras; posee de 1 a 7 semillas, castañas, lisas, que suelen germinar en la planta.
La familia Capparaceae además de ser dominantes en bosques secos, ha sido señalada por ocupar los primeros puestos en importancia florística de bosques secos de algunos países Neotropicales. La mayoría de sus especies son perennifolias, ciertos autores recomiendan utilizarlas en la reforestación de áreas secas. En algunos países las especies de esta familia son consideradas como potenciales recursos ornamentales, industriales, alimenticios y medicinales, lo que demuestra el gran interés socioeconómico que tienen[1].
Etnobotánica
y antropología.
La especie C. odoratissima ha sido utilizada en medicina tradicional para tratar enfermedades dermatológicas y afecciones como aftas, alergias y convulsiones (Rosado et al., 2010)[3]. En otras regiones de América, de este arbusto se utiliza la raíz, la corteza y los capullos florales.
En la región de la Guajira colombiana “el recurso vegetal es usado ampliamente para tratar muchas enfermedades comunes. Aparte de ser un recurso económico y de fácil acceso, en muchos casos se asocian adicionalmente con la buena suerte y la limpieza espiritual. Existen especies que poseen un carácter sagrado para los pobladores, como el Olivo (Capparis odoratissima Jacq.) y la Albahaca (Ocimum basilicum L.), y se emplean para atraer la buena suerte o como amuleto protector. En términos generales la flora es un recurso muy respetado y apreciado pues se considera una dádiva divina, aunque el desconocimiento de ciertos factores relativos a la ecología y el aprovechamiento de la tierra no favorecen su desarrollo sostenible.
Muchas
plantas medicinales empleadas para tratar dolores, fiebres y resfriados se
emplean también en rituales de purificación caseros, generalmente con un manojo
de hojas (siete hojas en la mayoría de los casos) asociando tres o siete
plantas (estos números tienen connotación mágico-religiosa) en forma de baños,
con el fin de alejar las malas energías (sacar la “sal”, como se conoce a la
mala suerte) o reponer las fuerzas de motivación del espíritu. Este uso se
relaciona muy frecuentemente con la debilidad y el cansancio. Entre las plantas
usadas para tal fin están Albahaca (Ocimum basilicum L.), Altamisa (Ambrosia
peruviana Willd), el Olivo (Capparis odoratissima Jacq.) y la Matimbá (Annona
purpurea Moc. & Sessé ex Dunal)”[4].
[1] http://www.scielo.org.co/pdf/cide/v8n1/0121-7488-cide-8-01-00051.pdf
[2]
http://www.medicinatradicionalmexicana.unam.mx/apmtm/termino.php?l=3&t=capparis-odoratissima
[3] https://nozomiscience.org/index.php/rpn/issue/view/523/351
[4]
Diálogo de saberes: plantas medicinales, salud y cosmovisiones / Giovanna Liset
Reyes Sánchez, [… et al.]. - - Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia;
Bogotá: ARFO Editores e Impresos Ltda., 2009, pág. 146 y 151.