Minerales y Oligoelementos

 

Los minerales son sustancias de origen inorgánico que conforman el 5% del peso corporal de nuestro organismo y que desempeñan funciones específicas para el cuerpo, como la elaboración de tejidos como huesos y dientes, el buen funcionamiento de las células, la regulación del ritmo cardíaco o la producción de las hormonas; son indispensables en nuestra dieta y de vital importancia para la actividad humana. Hay 26 minerales esenciales para el buen funcionamiento de nuestro organismo, de los cuales, los macrominerales son los que se necesitan en grandes dosis como son el sodio, calcio, potasio, fósforo, azufre y magnesio.

Por otro lado, los oligoelementos son los que se requieren en pequeñas cantidades, incluso solamente en estado de trazas y los cuales deben formar parte de la alimentación diaria ya que son eliminados constantemente por lo cual debemos reponerlos.

Tanto los minerales como los oligoelementos representan un pequeño porcentaje del total de los átomos del organismo. Sin embargo, su función es muy importante al ser cofactores enzimáticos imprescindibles. La diferencia entre minerales y oligoelementos está en la concentración en la que se administran. Los minerales se dan a dosis normales, frecuentemente unidos a otros átomos en forma de sal, mientras que los oligoelementos se administran en altas diluciones, como ya lo expresábamos, en forma de elementos trazas. Ambos pueden ser útiles en función de las circunstancias del problema.


Los aceites esenciales

 

Imagen tomada de la Web.

Los aceites esenciales, como productos de destilación, son mezclas de sustancias químicas que en su mayoría tienen un bajo peso molecular lo que, en combinación con su lipofilicidad, les permite atravesar las membranas de una manera muy eficiente. Esa es la razón por la cual pueden ser muy bien absorbidos a través de la piel, a través de las mucosas respiratorias y del tracto digestivo.

A falta de una definición sobre los aceites esenciales, la Comisión de la Farmacopea Europea ha adoptado una definición de aceite esencial así:

Producto oloroso, generalmente de composición compleja, obtenido a partir de una materia prima vegetal definida botánicamente, por destilación con vapor, por destilación seca, o por un proceso mecánico apropiado sin calentamiento. Los aceites esenciales normalmente se separan de la fase acuosa mediante un proceso físico que no afecta significativamente a su composición.

Los aceites esenciales son fracciones líquidas volátiles, que contienen las sustancias responsables del aroma de las plantas, lo que los hacen importantes en la industria cosmética, de alimentos y farmacéutica. En su mayoría, presentan un olor agradable a excepción de algunos como el del ajo y la cebolla, que contienen compuestos azufrados.

En los últimos años, los aceites esenciales han ganado popularidad porque ofrecen una alternativa natural para muchas tareas diarias. Son seguros y efectivos, además de tener aromas únicos y hermosos. Ya, desde las antiguas civilizaciones se usaban aceites esenciales para la cocina, el baño, la belleza, la salud y más. Hoy, los aceites esenciales siguen siendo útiles para todas esas cosas, y gracias a muchos años de investigación y uso comprobado, se pueden usar para mucho más.

Las múltiples características bioquímicas de los aceites esenciales tienen propiedades que van desde ayudar a una irritación de la piel, o promover un bienestar digestivo, así como generar sensaciones de vías respiratorias despejadas y mucho más, por lo que se han convertido en un aliado popular para quienes desean complementar y mantener un buen estilo de vida.

Las fibras vegetales

 

Imagen tomada de la Web: https://images.app.goo.gl/sgueaw6sVR1tXni4A

Las plantas poseen un tipo de células especializadas cuya función principal consiste en proporcionarles sostén, éstas son las células esclerenquimáticas y su característica principal es una pared secundaria engrosada compuesta de celulosa, hemicelulosa y lignina. Existe otro tipo de células esclerenquimáticas, llamadas células prosenquimáticas, que son alargadas, esbeltas y estrechas, tienen los extremos afilados y generalmente forman grupos, llamadas fibras. Las fibras se encuentran principalmente en los tallos, pero también en las raíces, en las hojas, en los frutos y las semillas.

Son sustancias de andamiaje de las plantas constituidas de celulosa, las cuales proporcionan estructura y estabilidad a las mismas. Sin embargo, una característica importante de las fibras vegetales es su papel en la alimentación humana, la cual las encontramos en las frutas, las verduras y los granos. Si bien es cierto que nuestro organismo no está en capacidad de digerir la fibra, pues pasa a través de los intestinos rápidamente, proporciona muchos beneficios para la salud.

Una característica fundamental de la fibra vegetal es que le aporta volumen a la dieta, dando la sensación de llenura o saciedad, lo cual puede ayudar a aquellos que luchan para perder peso o para mantener un peso saludable. Además, para quienes sufren de diabetes, la fibra vegetal puede coadyuvar al mantenimiento de la azúcar en la sangre; igualmente, en casos de estreñimiento, para bajar los niveles de colesterol en la sangre y eliminar las toxinas acumuladas en el estómago.

Los Mucílagos

 



Los mucílagos son fibras solubles constituyentes del vegetal, productos fisiológicos que se hallan localizadas en células especiales dentro de los tejidos, especialmente en el tegumento externo de las semillas y en distintos órganos (raíces, bulbos, tubérculos, flores y hojas). Los podemos encontrar en distintas familias de vegetales superiores: Malváceas, Liliáceas, Lináceas, Plantagináceas, de igual manera que en algunas algas marinas. (Bruneton, 2000) (Castillo y Martínez, 2007)[1].

El valor terapéutico de los mucílagos es amplio, y está estrechamente relacionado con la prevención y tratamiento de enfermedades del sistema gastrointestinal, respiratorio y cardiovascular, además de trastornos de la piel y mucosas. Estas fibras solubles son tradicionalmente utilizadas por vías oral o tópica, y sus beneficios se deben fundamentalmente a dos de sus propiedades fisiológicas: su capacidad de retención de agua y el poder ser fermentado por las bacterias intestinales. (Zurdo, 2018) (Ameri et al., 2015)[2].

Los mucílagos son alimentos tipo gel, parecidos a una goma. Son fibra soluble que no es absorbida por el intestino delgado y llega a fermentar al colón grueso para alimentar a los 100 trillones de microorganismos que viven en el tracto digestivo.

Al ellas digerir este tipo de fibra generan efectos antiinflamatorios y mejoran enfermedades como Crohn, Colitis Ulcerativa y Síndrome de Intestino Irritable. Dentro de sus beneficios están:

üAyudar a promover los movimientos peristálticos: haciendo que vayas regularmente al baño. 

ü Reconstruyen mucosas intestinales: ayudando a mejorar úlceras y cicatrices. 

ü Mejoran el control de azúcar en sangre: haciendo que los carbohidratos de los alimentos se absorban lentamente. 

ü Dan saciedad: por tanto disminuyen el hambre. 

ü Eliminan toxinas del cuerpo. 

ü Reducen el colesterol[3].



[1] Interés farmacéutico de los mucílagos, trabajo de fin de grado de Ma. Ascensión Serván Alcántara, Universidad de Sevilla, Facultad de Farmacia, 2018.

[2] Ibidem.

[3] https://clorofilavida.com/2022/06/13/los-mucilagos-remedios-naturales-para-mejorar-la-digestion/


Las Antocianinas


La antocianina o antocianidina pertenece al grupo de los bioflavonoides y es un pigmento rojo azulado que protege a las plantas, sus flores y sus frutas contra la luz ultravioleta (UV) y —por su propiedad antioxidante— evita la producción de radicales libres.

El término antocianina fue propuesto por Marquart en 1835 para describir el pigmento azul de la col lombarda (Brassica oleracea). Actualmente las antocianinas engloban a los pigmentos rojos, violetas y azules de las plantas.

Las antocianinas, además de las flores también pueden encontrarse en las hojas, haciendo que muestren un color rojizo. Esta coloración puede deberse a un mecanismo de defensa, a estimular la polinización o bien a una degradación de la clorofila.

Que las hojas muestren un color rojo bien diferenciado ocurre en muchas especies, tales como: Amherstia, Andira, Bombax, Brownea, Calophyllum, Cecropia, Ceiba, Cinnamomum, Coccoloba, Diospyrus, Eugenia, Gustavia, Lophira, Mangifera, Mesua, Pachira, Persea, Saraca, Triplaris.

También vemos altas concentraciones de antocianinas en la Acalypha, aunque también podemos encontrarlas en muchas especies de la familia Araceae y, por supuesto, en las espectaculares familias Bromeliaceae, Marantaceae, Liliaceae, Euphorbiaceae, que atraen a los polinizadores a sus flores.

En algunos árboles, como el arce rojo Americano (Acer rubrum) o el roble escarlata (Quercus coccinea), los flavonoles incoloros se convierten en antocianinas rojas cuando la clorofila de sus hojas se degrada.

En otoño, cuando la clorofila se descompone, los flavonoides incoloros se ven privados del átomo de oxígeno unido al anillo central, lo que los convierte en antocianinas, dando colores brillantes. Esta transformación química que consiste sólo en la pérdida de un átomo de oxígeno es la responsable de nuestra percepción de los colores del otoño.

Las antocianinas que aparecen en el otoño probablemente son las que protegen a las hojas del efecto de los rayos UV del Sol. Se especula que esta protección de las hojas aumenta su efectividad para transportar nutrientes durante su senescencia.

Las hojas jóvenes de muchas plantas del bosque tropical tienen coloraciones rojizas o verde rojizo, debido a pigmentos antociánicos. Se ha sugerido que tales pigmentos pueden proteger a la hoja contra la luz ultravioleta, aunque otros autores piensan que, como estos colores se asemejan a los de hojas secas o muertas, podrían servir de protección contra los depredadores, ya que los herbívoros descartarían estas hojas y se alimentarían de otras plantas, sin embargo otros, suponen que la antocianina juega un papel triple: como favorecedor de la fotosíntesis, como protector contra la depredación y como precursor de la lignina.

No hay que confundir las antocianinas con los carotenoides, que también le dan color a las flores y hojas, aunque a diferencia de las antocianinas, no son solubles en agua, sino que al igual que las clorofilas, están adosados a las proteínas de los cloroplastos. Los carotenoides dan colores rojo-anaranjados o amarillos, mientras que las antocianinas dan un abanico inmenso de colores: la malvidina da color purpúreo, las flavonas dan marfil o amarillo, muy frecuente las hojas de Agave, Erythrina indica, Pandanus, Sanseviera; la delfinidina, azul; la cianidina, violeta; la pelargonidina, rojo y salmón como en Pelargonium, Dahlia, o Papaver[1].

Su efecto sobre nuestro sistema inmunitario es muy similar al de los flavonoides y carotenoides. Al proteger las estructuras del propio organismo de las especies de oxígeno dañinas, refuerzan tanto las defensas como el poder de regeneración del organismo. Los estudios demuestran que los deportistas de competición, a los que se les da bayas de aronia durante los periodos de entrenamiento intenso, se recuperan más rápidamente que los deportistas del grupo de control que no reciben ninguna baya[2].

Por último, más allá de sus efectos antioxidantes, las antocianinas también pueden actuar como agentes terapéuticos debido a sus propiedades neuroprotectoras, antidiabéticas y cardioprotectoras.

 



[1] https://www.quimica.es/enciclopedia/Antocianina.html

[2] El poder de la naturaleza. Dr. Markus Strauss. Editorial Planeta, 2021.


Los Carotenoides

 


Los carotenoides forman una amplia familia de pigmentos naturales sintetizados por todas las plantas y algunos hongos y bacterias. Estos compuestos son responsables del atractivo color de muchas frutas y verduras, generando una amplia gama de colores que varían del amarillo del maíz, hasta el rojo del tomate, sandía y pimiento, o el naranja de la zanahoria, calabaza, naranja y mandarina. Las frutas y verduras verdes como el aguacate, kiwi o espinacas también contienen niveles significativos de carotenoides, pero su color se ve enmascarado por el verde intenso de las clorofilas.

Los carotenoides desempeñan funciones esenciales en las plantas, ya que les ayudan a captar la energía luminosa y actúan como antioxidantes. Sin embargo, los animales, incluyendo los humanos, no pueden producirlos y deben consumirlos regularmente de los alimentos y, por ello, a lo largo de los siglos las frutas y verduras con alto contenido en carotenoides se han ido integrado en la dieta de las diferentes civilizaciones[1].

En las verduras el contenido en carotenoides sigue el modelo general de los cloroplastos de todas las plantas superiores siendo de mayor a menos cantidad la luteína, β-caroteno, violaxantina, neoxantina, zeaxantina, β-criptoxantina y anteraxantina. En frutos las xantofilas se encuentran en mayor proporción, aunque en algunos casos, como en el jitomate, el licopeno es el más abundante. Se ha reportado que en ciertas frutas solo están presentes uno o dos carotenoides, este es el caso del género Capsicum (pimientos) que contienen capsantina y capsorubina.

Los factores que influyen en la presencia de carotenoides son el genotipo, manejo precosecha, estado de madurez, así como las operaciones de procesado y conservación. Entre éstos la temperatura e intensidad de la luz tienen una gran influencia en el contenido de los carotenoides[2].

El más conocido de los carotenoides es el betacaroteno, también llamado provitamina A. Los carotenoides se encuentran como pigmentos en las zanahorias, los boniatos, las calabazas, los albaricoques, los escaramujos o en las flores de la caléndula. Igualmente, se encuentran grandes cantidades de carotenoides en todas las hojas verdes y en las verduras de hojas.  El diente de león y la ortiga son, por lo tanto, otras fuentes silvestres de suministro. Las plantas se protegen mediante estos pigmentos contra el efecto nocivo de los radicales libres de oxígeno producidos por la radiación solar; es decir, actúan como antioxidantes. Al tomarlos con nuestra alimentación, también pueden realizar este servicio para nosotros y reforzar así nuestra defensa inmunitaria con su función de protección celular[3].


[1] https://www.iata.csic.es/es/noticias/los-beneficios-de-los-carotenoides-en-la-salud

[2] https://www.alanrevista.org/ediciones/2011/3/art-1/

[3] El poder de la naturaleza. Dr. Markus Strauss. Editorial Planeta, 2021.


Los flavonoides

 

Son compuestos fenólicos con una alta capacidad antioxidante presentes   en la mayoría de las plantas, especialmente en frutas y hortalizas. Son pigmentos que, en su forma pura, son responsables de los diferentes colores de las flores, estas características han sido aprovechadas en la industria de procesamiento alimentos, en la manufacturación de en la manufacturación de cosméticos, en la generación de pigmentos e igualmente en la industria farmacéutica.  

Los flavonoides tienen la capacidad de aumentar la coloración de las hojas y las flores y a mayor coloración en hojas y flores, mayor concentración de flavonoides y compuestos polifenólicos. De esta manera son fácilmente detectables para cualquier persona; el rojo intenso, el púrpura o las tonalidades oscuras suelen ser un indicio del contenido en isoflavonas, chalconas, flavonoles y antocianinas.

Más no solo los encontramos en flores, frutas y verduras, también se encuentran en las hojas tal como nos lo cuenta el Dr. Markus Strauus en su obra “El Poder de la Naturaleza”: Los flavonoides también son abundantes en las hojas de numerosas plantas como el espino blanco, la vara de oro y el abedul, pero en estos casos están camuflados para nuestros ojos por el verde las hojas. El sistema inmunitario está sólidamente apoyado en su labor debido a los efectos antioxidantes y antibióticos de los flavonoides. Además, tienen un efecto protector sobre los capilares y estimulan la circulación sanguínea[1].

HISTORIA: “Los primeros flavonoides fueron aislados e identificados en 1936 por Albert Szent-Györgyi, M.D., Ph.D., bioquímico Húngaro, quien ganó el premio Nóbel por su descubrimiento de la vitamina C. Szent-Györgyi descubrió que los flavonoides mejoran la función de la vitamina C, aumentando su absorción y protegiéndola de la oxidación. En principio se les asignó el nombre de vitamina P debido a que este grupo de nutrientes mejoran la permeabilidad de los capilares. A pesar de esto, los flavonoides no cumplen los requerimientos para ser considerados   vitaminas ya que no son nutrientes esenciales que induzcan a síndromes de deficiencia y que se curen administrando la dosis de la sustancia en cuestión, por lo tanto, el Comité de Nomenclatura Bioquímica de la   Sociedad Americana de Químicos Biológicos y el Instituto Americano de Nutrición recomendaron en 1950 que se eliminara el término “vitamina P” y se adoptara el término flavonoides[2]”.

Gracias a estas investigaciones, su importancia como antioxidante natural ha ganado relevancia en las dietas alimenticias, en la prevención de enfermedades cardiovasculares y en algunos tipos de cáncer.



[1] El poder de la naturaleza. Dr. Markus Strauss. Editorial Planeta, 2021.

[2] https://revistaingenieria.univalle.edu.co/index.php/ingenieria_y_competitividad/article/view/2280/3030


Minerales y Oligoelementos

  Los minerales son sustancias de origen inorgánico que conforman el 5% del peso corporal de nuestro organismo y que desempeñan funciones es...