Los Mucílagos

 



Los mucílagos son fibras solubles constituyentes del vegetal, productos fisiológicos que se hallan localizadas en células especiales dentro de los tejidos, especialmente en el tegumento externo de las semillas y en distintos órganos (raíces, bulbos, tubérculos, flores y hojas). Los podemos encontrar en distintas familias de vegetales superiores: Malváceas, Liliáceas, Lináceas, Plantagináceas, de igual manera que en algunas algas marinas. (Bruneton, 2000) (Castillo y Martínez, 2007)[1].

El valor terapéutico de los mucílagos es amplio, y está estrechamente relacionado con la prevención y tratamiento de enfermedades del sistema gastrointestinal, respiratorio y cardiovascular, además de trastornos de la piel y mucosas. Estas fibras solubles son tradicionalmente utilizadas por vías oral o tópica, y sus beneficios se deben fundamentalmente a dos de sus propiedades fisiológicas: su capacidad de retención de agua y el poder ser fermentado por las bacterias intestinales. (Zurdo, 2018) (Ameri et al., 2015)[2].

Los mucílagos son alimentos tipo gel, parecidos a una goma. Son fibra soluble que no es absorbida por el intestino delgado y llega a fermentar al colón grueso para alimentar a los 100 trillones de microorganismos que viven en el tracto digestivo.

Al ellas digerir este tipo de fibra generan efectos antiinflamatorios y mejoran enfermedades como Crohn, Colitis Ulcerativa y Síndrome de Intestino Irritable. Dentro de sus beneficios están:

üAyudar a promover los movimientos peristálticos: haciendo que vayas regularmente al baño. 

ü Reconstruyen mucosas intestinales: ayudando a mejorar úlceras y cicatrices. 

ü Mejoran el control de azúcar en sangre: haciendo que los carbohidratos de los alimentos se absorban lentamente. 

ü Dan saciedad: por tanto disminuyen el hambre. 

ü Eliminan toxinas del cuerpo. 

ü Reducen el colesterol[3].



[1] Interés farmacéutico de los mucílagos, trabajo de fin de grado de Ma. Ascensión Serván Alcántara, Universidad de Sevilla, Facultad de Farmacia, 2018.

[2] Ibidem.

[3] https://clorofilavida.com/2022/06/13/los-mucilagos-remedios-naturales-para-mejorar-la-digestion/


Las Antocianinas


La antocianina o antocianidina pertenece al grupo de los bioflavonoides y es un pigmento rojo azulado que protege a las plantas, sus flores y sus frutas contra la luz ultravioleta (UV) y —por su propiedad antioxidante— evita la producción de radicales libres.

El término antocianina fue propuesto por Marquart en 1835 para describir el pigmento azul de la col lombarda (Brassica oleracea). Actualmente las antocianinas engloban a los pigmentos rojos, violetas y azules de las plantas.

Las antocianinas, además de las flores también pueden encontrarse en las hojas, haciendo que muestren un color rojizo. Esta coloración puede deberse a un mecanismo de defensa, a estimular la polinización o bien a una degradación de la clorofila.

Que las hojas muestren un color rojo bien diferenciado ocurre en muchas especies, tales como: Amherstia, Andira, Bombax, Brownea, Calophyllum, Cecropia, Ceiba, Cinnamomum, Coccoloba, Diospyrus, Eugenia, Gustavia, Lophira, Mangifera, Mesua, Pachira, Persea, Saraca, Triplaris.

También vemos altas concentraciones de antocianinas en la Acalypha, aunque también podemos encontrarlas en muchas especies de la familia Araceae y, por supuesto, en las espectaculares familias Bromeliaceae, Marantaceae, Liliaceae, Euphorbiaceae, que atraen a los polinizadores a sus flores.

En algunos árboles, como el arce rojo Americano (Acer rubrum) o el roble escarlata (Quercus coccinea), los flavonoles incoloros se convierten en antocianinas rojas cuando la clorofila de sus hojas se degrada.

En otoño, cuando la clorofila se descompone, los flavonoides incoloros se ven privados del átomo de oxígeno unido al anillo central, lo que los convierte en antocianinas, dando colores brillantes. Esta transformación química que consiste sólo en la pérdida de un átomo de oxígeno es la responsable de nuestra percepción de los colores del otoño.

Las antocianinas que aparecen en el otoño probablemente son las que protegen a las hojas del efecto de los rayos UV del Sol. Se especula que esta protección de las hojas aumenta su efectividad para transportar nutrientes durante su senescencia.

Las hojas jóvenes de muchas plantas del bosque tropical tienen coloraciones rojizas o verde rojizo, debido a pigmentos antociánicos. Se ha sugerido que tales pigmentos pueden proteger a la hoja contra la luz ultravioleta, aunque otros autores piensan que, como estos colores se asemejan a los de hojas secas o muertas, podrían servir de protección contra los depredadores, ya que los herbívoros descartarían estas hojas y se alimentarían de otras plantas, sin embargo otros, suponen que la antocianina juega un papel triple: como favorecedor de la fotosíntesis, como protector contra la depredación y como precursor de la lignina.

No hay que confundir las antocianinas con los carotenoides, que también le dan color a las flores y hojas, aunque a diferencia de las antocianinas, no son solubles en agua, sino que al igual que las clorofilas, están adosados a las proteínas de los cloroplastos. Los carotenoides dan colores rojo-anaranjados o amarillos, mientras que las antocianinas dan un abanico inmenso de colores: la malvidina da color purpúreo, las flavonas dan marfil o amarillo, muy frecuente las hojas de Agave, Erythrina indica, Pandanus, Sanseviera; la delfinidina, azul; la cianidina, violeta; la pelargonidina, rojo y salmón como en Pelargonium, Dahlia, o Papaver[1].

Su efecto sobre nuestro sistema inmunitario es muy similar al de los flavonoides y carotenoides. Al proteger las estructuras del propio organismo de las especies de oxígeno dañinas, refuerzan tanto las defensas como el poder de regeneración del organismo. Los estudios demuestran que los deportistas de competición, a los que se les da bayas de aronia durante los periodos de entrenamiento intenso, se recuperan más rápidamente que los deportistas del grupo de control que no reciben ninguna baya[2].

Por último, más allá de sus efectos antioxidantes, las antocianinas también pueden actuar como agentes terapéuticos debido a sus propiedades neuroprotectoras, antidiabéticas y cardioprotectoras.

 



[1] https://www.quimica.es/enciclopedia/Antocianina.html

[2] El poder de la naturaleza. Dr. Markus Strauss. Editorial Planeta, 2021.


Los Carotenoides

 


Los carotenoides forman una amplia familia de pigmentos naturales sintetizados por todas las plantas y algunos hongos y bacterias. Estos compuestos son responsables del atractivo color de muchas frutas y verduras, generando una amplia gama de colores que varían del amarillo del maíz, hasta el rojo del tomate, sandía y pimiento, o el naranja de la zanahoria, calabaza, naranja y mandarina. Las frutas y verduras verdes como el aguacate, kiwi o espinacas también contienen niveles significativos de carotenoides, pero su color se ve enmascarado por el verde intenso de las clorofilas.

Los carotenoides desempeñan funciones esenciales en las plantas, ya que les ayudan a captar la energía luminosa y actúan como antioxidantes. Sin embargo, los animales, incluyendo los humanos, no pueden producirlos y deben consumirlos regularmente de los alimentos y, por ello, a lo largo de los siglos las frutas y verduras con alto contenido en carotenoides se han ido integrado en la dieta de las diferentes civilizaciones[1].

En las verduras el contenido en carotenoides sigue el modelo general de los cloroplastos de todas las plantas superiores siendo de mayor a menos cantidad la luteína, β-caroteno, violaxantina, neoxantina, zeaxantina, β-criptoxantina y anteraxantina. En frutos las xantofilas se encuentran en mayor proporción, aunque en algunos casos, como en el jitomate, el licopeno es el más abundante. Se ha reportado que en ciertas frutas solo están presentes uno o dos carotenoides, este es el caso del género Capsicum (pimientos) que contienen capsantina y capsorubina.

Los factores que influyen en la presencia de carotenoides son el genotipo, manejo precosecha, estado de madurez, así como las operaciones de procesado y conservación. Entre éstos la temperatura e intensidad de la luz tienen una gran influencia en el contenido de los carotenoides[2].

El más conocido de los carotenoides es el betacaroteno, también llamado provitamina A. Los carotenoides se encuentran como pigmentos en las zanahorias, los boniatos, las calabazas, los albaricoques, los escaramujos o en las flores de la caléndula. Igualmente, se encuentran grandes cantidades de carotenoides en todas las hojas verdes y en las verduras de hojas.  El diente de león y la ortiga son, por lo tanto, otras fuentes silvestres de suministro. Las plantas se protegen mediante estos pigmentos contra el efecto nocivo de los radicales libres de oxígeno producidos por la radiación solar; es decir, actúan como antioxidantes. Al tomarlos con nuestra alimentación, también pueden realizar este servicio para nosotros y reforzar así nuestra defensa inmunitaria con su función de protección celular[3].


[1] https://www.iata.csic.es/es/noticias/los-beneficios-de-los-carotenoides-en-la-salud

[2] https://www.alanrevista.org/ediciones/2011/3/art-1/

[3] El poder de la naturaleza. Dr. Markus Strauss. Editorial Planeta, 2021.


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